domingo, 5 de junio de 2011

lunes, 2 de mayo de 2011

DELIBERACION MORAL Y CRISIS DEL CAPITALISMO

Santiago Eguidazu firma este artículo como "alumno de la Escuela de Filosofía". Circunstancialmente, es Presidente de la consultora de Banca de Inversión N+1.

TRIBUNA: SANTIAGO EGUIDAZU

Deliberación moral y crisis del capitalismo

La situación económica ha puesto al desnudo nuestra incapacidad de realizar valores y nuestro empeño en producir disvalores. La refundación moral del sistema demanda un cambio generalizado de actitudes

SANTIAGO EGUIDAZU 02/05/2011
 
Toda culpa reclama un rostro. Y también una expiación. En estas mismas páginas, ha dicho Antón Costas en un soberbio artículo, Quiebra moral de la economía de mercado (EL PAÍS, 18 de abril), que hasta que la sociedad no manifieste su indignación contra el capitalismo financiero y la política no recobre su autonomía frente a este, no podrá darse una salida a la crisis, que ha de venir de una refundación moral de la economía de mercado. Los comentarios que siguen pretenden mostrar que esa quiebra moral que con mucha razón se predica de nuestra sociedad y del sistema económico que la sustenta, y la consiguiente destrucción de valores con que se retroalimenta, han tenido necesariamente que originarse en un colapso de nuestra capacidad y calidad deliberativas. En la antigüedad, la deliberación moral era considerada imprescindible para guiar la acción, y la ausencia de la misma se calificaba como imprudencia. El hombre prudente era, precisamente, el capaz de deliberar con rectitud de juicio, equidad, inteligencia crítica y conocimiento práctico. La prudencia así entendida es inseparable de la acción.
      Es habitual reconocer que se aprende de los errores. Pero otra cosa es el fracaso
      Los valores no nacen ni mueren; no son realidades objetivas ni existen exclusivamente en nuestras mentes; los valores se construyen por medio de procesos de deliberación individuales (esto es, de uno consigo mismo) o colectivos (de uno con otros o incluso de todos con todos). El hombre, a través de la interacción de deliberación y acción, realiza valores. Así es como progresa moral y a la postre materialmente la sociedad. La crisis ha puesto al desnudo nuestra incapacidad de realizar valores y nuestro empeño en producir disvalores. Y en ello vienen incidiendo, desde hace tiempo en Occidente, al menos tres factores que han estallado en la línea de flotación de nuestros principios morales. El primero ha sido la confusión de prudencia y ciencia. Los economistas académicos, los banqueros, las agencias de calificación, los propios Gobiernos y el consumidor en general han aceptado -más o menos interesadamente- como conocimiento "científico" que orienta y determina su conducta, unos modelos de decisión y comportamiento económico-financiero que se fueron gestando desde mediados del siglo pasado, y cuyo núcleo puede resumirse, simplificando mucho, en la asunción de una racionalidad maximizadora de los agentes, de una eficiencia perfecta en la asignación de recursos por los mercados, de la posibilidad técnica de descorrelacionar rentabilidad y riesgo, y de la superioridad financiera de la deuda en la creación de riqueza. Fue Aristóteles, el primer gran promotor de la prudencia como instrumento de deliberación para la acción, el que descartó tajantemente su aparejamiento con el conocimiento apodíctico propio de la sabiduría y la ciencia. Estas últimas tratan de lo necesario, mientras que la prudencia, la deliberación, versan sobre lo contingente. Al elevar a categoría de ciencia modelos que funcionan en el mundo de lo contingente, el hombre de hoy ha prescindido de deliberar y se ha dejado cómodamente llevar por aquello que los modelos predecían. Y al evadirse de un principio básico de la deliberación critica, a saber, asumir la responsabilidad final de las acciones, poniéndola en manos de modelos artificiales, poco le ha costado desprenderse de la siempre dura obligación de oponerse o descartar aquellas prácticas o acciones conflictivas con nuestros valores. De esta forma, hemos causado entre todos una enorme bola de fuego que se ha llevado por delante buena parte de lo construido durante décadas. Y digo entre todos porque -si bien en muy diferente grado- es irresponsable e imprudente el que da vueltas a un crédito con el exclusivo objeto de lucrarse, pero también el que lo acepta sabiendo que no podrá devolverlo. Y en esto disiento de aquellos que señalan como únicos responsables del marasmo a los representantes del denostado entramado financiero. El mundo financiero tiene desde luego una responsabilidad moral determinante, absoluta y final sobre lo que ha acontecido, pero eso no quiere decir que los muchos que se han dejado llevar por el espejismo del dinero fácil, los que han aceptado subirse a la ola mirando hacia otro lado y sin decir ni pío, no deban asumir la suya. En un sistema auténticamente ético la expiación de unos no exime de responsabilidad al resto; más bien al contrario, afirmaciones de esa guisa ofrecen la perfecta coartada al hombre-ausente para desvincularse de su propia responsabilidad moral.
      Una segunda razón que ha eclipsado la práctica de la deliberación crítica en estos años ha sido el conformismo o la comodidad moral. En todo proceso de deliberación hay dos partes, una emocional y otra intelectual. John Dewey llamó a lo primero "valorar" y a lo segundo "valoración". Valorar es lo que hacemos intuitivamente al percibir un estado de cosas que nos incita a la acción. Las emociones, los hábitos, las costumbres generan una primera reacción, una propuesta inmediata para nuestra acción. Pero si no interviene la parte racional de nuestro cerebro, el proceso queda incompleto, no hay valoración propiamente dicha y, consecuentemente, no hay acción prudente. Pensar se ha vuelto doloroso, acaso peligroso, en los días que vivimos; ponderar, imaginar cursos de acción, valorar alternativas, prever consecuencias y tomar iniciativas no está a la altura de los tiempos; es menos costoso y arriesgado mantenerse a rueda. La actitud habitual del hombre de hoy es la de un polizón (free-rider) que trata de apropiarse de los beneficios del esfuerzo deliberativo y las acciones de otros sin incurrir en ninguno de los costes necesarios para generarlos. Así, cada vez menos votantes acuden a las urnas, cada vez menos accionistas elevan su voz en las juntas y cada vez menos lectores reclaman independencia y objetividad a sus medios. Un sistema que aspira a la regeneración moral, necesita que sus miembros asuman el coste a corto plazo de significarse, decir no cuando proceda y proponer estrategias alternativas. La buena deliberación no sólo consiste en elegir los medios adecuados para los fines deseados, sino también y sobre todo en analizar críticamente y decidir cuáles deben ser esos fines. Y nadie que no seamos nosotros mismos puede o debe hacerlo. El hombre peleó durante siglos para desprenderse del yugo moral de la religión y no tendría sentido entregarse ahora al de la indiferencia o la inacción.

      El tercer escollo a nuestra capacidad de reacción es, precisamente, nuestra incapacidad para aceptar el fracaso moral, aprender de él y tomar medidas para superarlo. Es bastante habitual reconocer que uno aprende de los errores y no tanto de los éxitos. Pero otra cosa es el fracaso. Nos cuesta asumirlo pues creemos que se trata de una mancha irreversible, el principio del fin de nuestra intocable autoestima. Pero al igual que los individuos, las sociedades también se regeneran moralmente y para hacerlo necesitan digerir y aprehender los fracasos colectivos. También aquí la deliberación crítica juega un papel esencial. De la misma forma que todas las épocas de progreso intelectual, moral y al final material han estado precedidas por etapas de intensa deliberación individual y colectiva, también el renacimiento moral de las sociedades ha requerido -como ocurrió, por ejemplo, en la Alemania de posguerra- una vuelta del pueblo a la reflexión y deliberación críticas.

      El resultado de estas tres limitaciones es bien conocido. La estructura de nuestros valores ha cambiado drásticamente. Los valores instrumentales, a saber, los que se intercambian y miden por unidades monetarias, han eclipsado a los valores intrínsecos, aquellos que son valiosos por sí mismos con independencia de su soporte. Un sistema de valores puramente instrumental empobrece al individuo y a la sociedad, trunca su capacidad de revolverse y luchar en las crisis, y desactiva el proceso de deliberación crítica. Es como un círculo vicioso: a menor capacidad y calidad de deliberación, mayor el peso de los valores instrumentales en nuestras vidas; en el límite, en un mundo puramente instrumental, la deliberación moral perdería buena parte de su sentido, se transformaría en una mera discusión técnica, en la búsqueda de los medios óptimos para producir valor instrumental puro. Esa sociedad seria inhumana; eficiente, pero poco equitativa. Si no queremos llegar a ella, empecemos por asumir el fracaso. Que los políticos recuperen su autonomía y que los financieros expíen su culpa, como reclama el profesor Costas; y que la indignación y la resistencia pasiva jueguen su papel dinamizador y revolucionario. Pero si los valores se construyen y realizan con base en procesos de deliberación moral, que cada uno en su círculo, organización o área de influencia se aplique a ello. La refundación moral de un sistema dinámico de relaciones multipolares y multipersonales, que es en lo que ha devenido el capitalismo, demanda un cambio generalizado de actitudes, y este pasa necesariamente por una recuperación de la facultad deliberativa crítica del individuo.

      Santiago Eguidazu es alumno de la Escuela de Filosofía.

      domingo, 13 de marzo de 2011

      BI EUSKALDUN: IMANOL LARZABAL ETA JOSE MARIA ARIZMENDIARRIETA

      Este fin de semana me he topado por azar con dos grandes vascos, Imanol Larzabal y el Padre Arizmendiarrieta. En lectura y DVD, ambos me han causado una honda emoción.


      Hace muchos años que admiro la persona y la música de Imanol. Sus canciones me han parecido siempre himnos a una visión de Euskadi y del hombre. El viernes se celebró en Donosti un homenaje en su recuerdo, Donostia - Tombuctú. Es el primero que se le ha hecho, en vida o muerto, con presencia de cantantes vascos. Cuando condenó el asesinato de Yoyes, en el concierto que organizó en Anoeta, sólo vinieron sus amigos "españoles" Paco Ibáñez, Labordeta o Luis Pastor. Ni uno sólo cantante vasco. El mismo viernes me compré el libro - DVD con el mismo nombre.

      Recordaréis que Imanol - que militó en ETA - fue el cantante que organizó el concierto tras el cual dos etarras se escaparon de la prisión de Martutene ocultos en su equipo de música. Imanol tuvo que exiliarse a Tombuctú (Torrevieja) para huir de las insoportables amenazas de la izquiera abertzale.

      Imanol representaba lo peor para la izquiera abertzale, para quienes le amenazaron y le llevaron a morir en el exilio. No hay peor enemigo que el euskaldun, el de sangre vasca indiscutible, el que ama a Euskadi más que nadie pero de forma distinta a la racial, a la básica, a la de la sangre. Mucho peor que los picoletos o que los militares españoles. El que se atreve a comparar el sufrimiento de los emigrantes, de cualquier nación. En una hermosa canción cantada en la soledad de su maravillosa voz - como el hombre primitivo, dice Ibarrola - Imanol compara el hambre que llevó a su abuelo de Segura a trabajar en los campos de Castilla, con la que llevó a los castellanos a trabajar en el Goiherri. En otra, recuerda cómo sufren las madres de los etarras, cuando les matan a sus hijos, pero también, cuando sus hijos matan. Otra tremenda comparación. En otra de sus canciones - poema, rememora a Lope de Vega cuando habla de "es lo que llaman en el mundo ausencia". La suya.


      El Padre Arizmendiarrieta fue el fundador de las cooperativas de Mondragón. En sus Memorias que acabo de terminar, me he quedado abrumado de la inmensidad de su trabajo, que arranca de su rebelión en los primeros años 40 - los años negros de la posguerra franquista - contra la miseria que le rodeaba en Mondragón, de trabajadores vascos y emigrantes, y su convicción de que la dignidad de las personas, que es lo primero, por encima de la nación, como hijos de Dios, demandaba una empresa de una naturaleza distinta: la coperativa. Creó una organización solidaria, subversiva contra el orden capitalista, en las peores condiciones posibles. Sus valores, la solidaridad sin fronteras, la cooperación, la responsabilidad, el esfuerzo, la esperanza, la alegría. Hoy Mondragón emplea a 175.000 personas.


      Curiosamente, ambos personaje se parecen mucho. Ambos son euskaldunes de pura cepa. Amantes de su idioma, de sus campos, de su esencia. Ambos reclaman la dignidad del ser humano desde una perspectiva no de nacimiento. Ambos recibieron presiones del mundo abertzale por "no ser lo suficientemente vascos". Ambos murieron con 60 años. Ambos están casi en el olvido.


      Me pregunto si los jóvenes que van a heredar la Euskal Herria en paz no debieran conocer la existencia de estos personajes, de estos modelos. En la nueva Euskal Herria van a faltar modelos que no estén estigmatizados por el pasado, por ser españolistas o abertzales, por ser "fascistas" o "terroristas", o por haber sido cobardes, como la mayoría hemos sido en estos años.

      Para mí, Imanol y Aita Arizmendiarrieta representan una forma universal, inteligente, íntima, generosa, noble, de amar a Euskal Herria.

      Eman ta zabal zazu
      munduan fruitua
      adoratzen zaitugu
      Arbola Saindua

      Da y abre
      al mundo tu fruto
      te adoramos
      Arbol Santo.

      Bilbon, 2011 eko Martxoak 13

      miércoles, 23 de febrero de 2011

      LA REVUELTA ARABE Y LOS ESPEJOS

      Interesantísima visión de la influencia de Internet en la revuelta árabe: no sólo porque ellos ven cómo se vive en Occidente, y a través de Internet, Al Yazira y Wikileaks, ven lo que de verdad son ellos y lo que roban sus líderes, sino porque también y sobre todo, se saben vistos, observados, valorados, reconocidos, por este Occidente cínico que trataba con sus antiguos dictadores cleptócratas.

      Como diciendo: "aquí nos tenéis, occidentales, cínicos, nosotros, los putos moros, aquellos a los que miráis con desprecio por las calles de Madrid o Londres, aquellos a los que creéis incapaces de vivir dignamente y en libertad, como vosotros, y por eso sóis complices de los que nos oprimen, quizá porque no queréis compartir vuestras riquezas ni vuestro espacio vital. Nosotros también tenemos derecho".

      En este sentido, el editorial de hoy mismo de El País es durísimo con una Europa a la que lo que más le preocupa en este momento no es alinearse incondicionalmente con los revolucionarios, sino las consecuencias en términos de pateras que se pueden derivar de las revueltas.

      Curioso juego de espejos.

      El sentirse observados no tiró tanto de la revuelta que produjo la caída del muro. No tiró nada de la transición española.

      Desde que leí "El fin de la Historia" de Francis Fukuyama (que se equivocó estrepitosamente, como puede verse), entendí que lo que mueve el mundo es el ansia de reconocimiento.

      Y para sentir que se nos reconoce, necesitamos alguien que haga de espejo de nuestros esfuerzos.


      ANÁLISIS: Ola de cambio en el mundo islámico - El análisis

      Conmoción árabe

      Las causas endógenas de la revuelta del mundo árabe (revolución democrática en las intenciones, pero aún no en los resultados) con sus exigencias de libertades, fin de las desigualdades económicas, agitación del integrismo, son de difícil determinación y peor cuantificación; pero las exógenas, los instrumentos con que estas operan y las constataciones que de ellas puedan derivarse, parecen estar algo más claras.
        Respecto a los instrumentos con que han actuado los manifestantes, se ha repetido hasta la saciedad que sin las redes sociales no habría sido posible el grado de comunicación / coordinación alcanzado, pero igual de importante ha sido la proyección por esos mismos medios de una imagen al exterior, que se retroalimentaba por el interés que la revuelta suscitaba en el mundo occidental. De un lado, la Red permitía la emergencia de un nuevo tipo de liderazgo incorpóreo, sin rostro, con el cual sobraban los tribunos arrebatamasas; y de otro, el saberse observada y admirada por el mundo entero, gracias a esa tecnología, daba a la protesta un sentido suplementario de misión. Tahrir ha sido un éxito en parte porque la revuelta sabía que el planeta no la perdía de vista.
        Pero como sustento de todo lo anterior ha jugado también un gran papel la aparición de un medio informativo que sí ha supuesto una revolución en el mundo árabe: Al Yazira. En los primeros años de este siglo, la cadena de televisión radicada en el emirato de Catar ha desplegado una extraordinaria pedagogía democrática, demostrando que era viable un medio de comunicación de masas no enfeudado a intereses parroquiales, inicialmente en lengua árabe y recientemente también en inglés, que por su libertad de acción y profesionalidad ha sido una bomba de relojería; en ese tiempo, Magreb y Machrek se han visto en la pantalla comparados con el resto del mundo y en especial con Occidente, y ese conocimiento es el que, entre otras pulsiones políticas, sociales y económicas, ha estallado en las calles de Túnez y El Cairo, extendiéndose como reguero de pólvora hasta allí donde hubiera una grave protesta por expresar, como en su última manifestación en Trípoli, donde la criminal resistencia del poder libio está causando un baño de sangre. Ese acceso a la información, inédito hasta estos últimos 15 o 20 años, había creado una avalancha de frustración, que se había ido desaguando en la inmigración a Occidente, pero por mucho que funcionara esa válvula reguladora, sobraba en toda la fachada del Mediterráneo sur y en las costas del Golfo materia prima para la revuelta. Por eso, la conmoción egipcia, madre de todas las protestas, solo esperaba su momento, aunque ninguno la hubiéramos previsto.
        En lo tocante a las derivaciones de orden geopolítico, la más obvia es el repliegue del imperio americano. El hard power, o capacidad de infligir daño material de Washington en persecución de objetivos planetarios, puede seguir intacta, pero la dificultad relativa y el costo de ejercerla, su ineficacia en guerras no convencionales -Afganistán, Irak, Pakistán-, así como su desgaste como amenaza latente están próximos a convertirla en lo que Mao llamaba "un tigre de papel". Ese tigre aún puede morder más que nadie, pero no siempre encuentra donde aplicar la dentellada. Y el soft power, o capacidad de atracción del modelo, junto a operaciones complementarias como los subsidios de Washington o el aval ante instituciones internacionales, se mantiene, pero en segundo plano. Por eso, la calle árabe se muestra hoy tan poco sensible a las exhortaciones a la moderación de Occidente, como los sucesores de los gobernantes derrocados a tomarse sus admoniciones para la transición sin demasiada urgencia; y esa limitación del poder duro e insuficiencia del poder blando explican las vacilaciones de Washington a la hora de definir una política. ¿Sabe Occidente si quiere que caiga la dictadura de Gadafi, si no recibe antes garantías de lo que vaya a sucederla?
        El mundo es hoy más multipolar que nunca desde 1948, con la doctrina Truman y el mediocre duopolio americano-soviético, o desde la autofumigación de la URSS. El fenómeno digital subraya que el mundo, precisamente porque cada día es más unitario, también es más confuso. Pero cada día más nos pertenece a todos.

        martes, 8 de febrero de 2011

        EL OLVIDO

        Leo El Correo de hoy con la presentación de "Sortu", la nueva izquierda abertzale. Contundentes declaraciones de rechazo a ETA, hay que reconocerlo.

        Pero  las caras, las mismas: Rufi Etxeberria, Tasio Erkizia, Iñigo Iruin, Joseba Permach...Las mismas caras que pronunciaron palabras terribles hace sólo meses, las mismas caras que recordamos impasibles, carentes de toda compasión, cuando les pedían opinar sobre el último tiro en la nuca.

        Hoy hablo de la izquierda abertzale, no hablo de la violencia del Estado. Ese otro plano merece otra reflexión, pero hoy no toca.

        Estoy leyendo en estos días "Tempestades de acero", obra autobiográfica de Ernst Jünger sobre su experiencia de alférez en el frente en la I Guerra Mundial. Me he preguntado cómo de presente está en la memoria del ciudadano europeo el sufrimiento de la Gran Guerra. Nada o casi nada.

        Algo más presente está - al menos en Alemania - el sufrimiento causado por sus crímenes en la II Guerra Mundial.

        En España, la Guerra Civil española está muy viva aún entre nuestros abuelos, y bastante viva entre nuestros padres.

        Nosotros leemos sobre la I, II Guerras Mundiales y sobre la Guerra Civil como un interesantísimo momento histórico, pero ello no nos causa ningún sentimiento de revivir el sufrimiento pasado.

        Hablo por tanto de un período de 50 años, más allá del cual, un adulto puede recordar sin intenso sufrimiento, una guerra o una violencia sufrida en su infancia o juventud.

        Hay por ello un primer proceso de olvido, de no querer recordar, que en un momento en el tiempo, se seca, y pasa a convertirse en un hecho histórico a interpretar.

        La izquierda abertzale pide, desde la boca de las mismas caras que mostraron ninguna compasión, tras decir "The war is over", que ya, que ahora mismo, que puedan participar en las elecciones, que ya son normales, que aquí no ha pasado nada.

        Creo que lo primero que deben hacer, por inteligencia, es cambiar todas las caras, todas. Que esas personas que he mencionado desaparezcan. De ese modo propiciarán el inicio del engaño que la mente humana tiene en el olvido.

        También deben ser pacientes: detrás de las próximas elecciones, habrá otras, y otras más. Deben cerrarse totalmente las costuras entre ella, EA y Alternatiba, deben fabricar una nueva imagen, un nuevo discurso. Eso no se hace en meses.

        Los demás, debemos ser conscientes de ello. Debemos iniciar el camino del olvido, hasta que lleguemos a ese punto de poder buscar una interpretación común de lo que pasó aquí, como los historiadores, sin revivir por ello el sufrimiento.

        Iñaki de la Maza
        8 de febrero de 2011

        sábado, 29 de enero de 2011

        LAS VARIACIONES GOLDBERG Y EL HOLOCAUSTO

        Mientras escucho mi enésima versión de las Goldberg - Andras Schiff, judío y polaco, mucho más frescas y sonoras que las de Gould - reflexiono sobre las impresiones que he obtenido de la lectura de corrido de "El hombre en busca de sentido", ensayo del psiquiatra Viktor Frankl sobre el modo en que pudo sobrevivir a Auschwitz.

        Alemanísimo Bach, interpretado por un músico de nacionalidad y raza casi exterminada por sus sucesores.

        En cuatro o cinco ocasiones, sendos maestros, amigos o superiores me han recomendado la lectura de este ensayo. La última, el Director General de un banco, que lo repartió entre personas como yo. Qué poco previsible.

        Tantas preguntas...Como decía Hannah Arendt, ¿puede haber poesía después de Auschwitz? ¿Cuál es la capacidad de resistencia del ser humano? ¿Se puede perdonar el Holocausto? ¿Puede haber enseñanzas más hermosas sobre la dignidad humana que las de un hombre que las descubrió en los barracones de un campo de exterminio? Frankl arengaba a un grupo de presos que amenazaban con caer en la más absoluta apatía, víspera de una muerte segura por los Kapos, que no la perdonaban, apelando con energía a su capacidad de elegir, a su libertad interior, a decidir caminar erguidos ante el sufrimiento. Recuerda a Dostoievsky cuando dice que "debemos ser dignos de nuestro sufrimiento" .

        Tantas enseñanzas para esta nuestra confundida Euskadi.

        Resumo mi sentimiento en esta cita: "En homenaje a todas las víctimas, judíos y cristianos, nos resulta fácil descubrir un punto de encuentro: ambos le rezamos al Dios de Abraham. Pues al Dios de Abraham, rico en misericordia, que devuelve bien por mal, le suplico que fecunde el bien que alimenta la lectura de este libro y se digne conceder una nueva primavera de paz a esta atribulada humanidad".

        Bilbao, 29 de enero de 2011

        viernes, 28 de enero de 2011

        Impresionate la cítica del libro de Sofía Tolstói (su viuda), "Diarios 1862-1919".(Alba)
        Gran sufrimiento provocado por un marido que se desentedió constantemente de su familia, TRECE HIJOS!